Pues varios días después y con las emociones más frescas he de avisar de que correr por montaña es algo altamente adictivo. El hecho de salir a corre sin ruta, sin limitaciones de camino (en mi caso y por mi miedo a las vacas, mis puertas al campo se las pone eso mismo, el campo) resulta una actividad relajante en su grado máximo. La posibilidad de redescubrir mi entorno, mi sierra y la dehesa por la que entreno. Y algo muy importante que he aprendido de los que más saben sobre esto de que la vida gire en torno a pequeños placeres: pararme, mirar, dar gracias, oler, percibir, sentir y seguir. Intentar sonreir en cada zancada, si no esto deja de tener sentido.
Foto de Manuel Ramirez Muñoz El castillo desde Cerro Mollano Siempre subo ahí cuando salgo por la "verea de las aguas" |
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