jueves, 10 de noviembre de 2011

Acababa de amanacer y pasó frente a mí corriendo... algo que jamás le ví hacer antes... vestido de traje y zapatos brillantes, camisa blanca y corbata de un color que no recuerdo.

Corría mirando hacia delante pero sus ojos no buscaban nada ni a nadie, solo al horizonte, y a su línea, esa que nunca llega.

Corrí detrás suyo todo lo que pude, y antes de tener que parar y rendirme, pude ver su puño apretando con fuerza una hoja de papel arrugado.

Con la otra mano, se desprendía a tirones de aquella ropa, de aquel traje con aquella corbata, y seguía corriendo, cada vez más rápido, cada vez más convencido de su incierta suerte.

Y justo antes de perderle de vista, pude verle abrir aquella mano cerrada dejando caer la hoja de papel arrugado.

Exhausto, me detuve junto a ella y me arrodillé para recogerla.

Y aun arrodillado, estiré aquel papel blanco sin escrituras… y leí despacio.

- Corre. Has nacido para correr. Fuiste corredor antes que hombre. Ese fue tu tiempo y debes volver a recuperarlo.
Corre.
No te dejes disfrazar más de ciudadano por fuera y de prisionero por dentro.
No dejes que tus ojos se cierren cada día un poco más, que no es por cansancio, ni por vejez… es que están hartos de ver siempre lo mismo.
No dejes que dejen de ver un instante más y por corto que sea, esa línea inalcanzable de ahí delante. Que vean mientras puedan ver, todo aquello digno de verse.

Corre. Deja que todos piensen que tu correr es una huida, y corre cuanto puedas para que otros dejen de huir.

Créeme, nadie me ha escrito más que tu corazón y el de tus ancestros. Naciste para correr y solo deberás soltarme... cuando ya no mires atrás, ni sufras pensando que tu tiempo se acaba, porque no es así.

El tiempo es infinitamente escaso, pero puedes hacer que nunca termine, solo tienes que desearlo.

Déjame caer y que otro prisionero me recoja.

Déjame caer, no mires atrás…

… y no dejes nunca de correr.-

RAMÓN GARCÍA

No hay comentarios:

Publicar un comentario